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Mostrando entradas de 2018

Ahí van dos tazas

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Quieres un poema. Para ti. Porque crees que lo mereces. Quieres que ponga a mi cansada musa a trabajar para hinchar tu ego. Porque sí, porque sí, porque sí... Porque además tiene que ser público, tiene que verlo todo el mundo, para que puedas destrozarlo a base de compartirlo, despedazándolo con cada “like”.  Para que pierda el sentido. El poema, y yo. No te vale con una declaración privada en la que recite , autómata,todo aquello que quieres oír. No. Necesitas que el foro lo lea, para reafirmar esa imagen que les has mostrado como real. Qué distorsión de la realidad , de las intenciones y de los sentidos. Qué pena de egos, qué pena de adultos infantilizados, qué larga la adolescencia mental de muchos. La mala leche no es buena tinta para una pluma. Y la bilis tampoco. ¿Quieres que tus cuervos te escriban un poema?

De no verte nunca más

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Me escribía, digamos que Aurora, hace tiempo, cuando aún se estilaba escribir fuera de plataformas digitales para comunicarse con alguien, diciendo que tenía la inquietante sensación de que la vida se estaba riendo de ella.  Explicaba que después de todo lo que había pasado, podría vivir lo mismo de nuevo; pues en un alarde de ironía, después de dedicar su juventud a cuidar de los demás y de sufrir terribles pérdidas, podría empezar a vivir lo mismo con la familia que había formado ella misma, en su vida adulta. Esa carta traía el papel con marcas de gotas de agua, probablemente lágrimas.  Ella soy yo en otra dimensión mejorada. Ella es yo, si me hubieran dibujado unos maestros anime, con esos preciosos ojos enormes de color pardo. Escribe y piensa como yo, parece que surgimos las dos del mismo pedazo de corazón, aunque nos parieron mundos distintos. Ella es esa hermana que tendría que haber tenido, cuando la mía me abandonó. O mejor, ella tendría que haber sido yo cuando me a

Todos tenemos un@

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Querido diario: Me hago mayor. Veo algunos signos en la piel, sutiles aún, pero es en la amígdala donde se refleja más, creo. Tengo menos miedo y rencor, aún tengo algo, y menos ganas de aguantar las estupideces ajenas. Eso de “con la edad veo mal de cerca, pero a los gilipollas los veo de lejos”, me lleva pasando desde los 11 años, aunque en mi caso la edad era temprana y el defecto visual me impedía ver de lejos, realmente. Por eso, ahora en la edad adulta, y a medida que voy tomando decisiones que me van encaminando, y encofrando, el futuro, me revuelvo internamente (y a veces externamente) contra todo aquello que me resta libertad y capacidad de expresión y contra lo que viola mi derecho a honrar y recordar de forma tranquila e íntima mi pasado. Estoy hasta las gónadas de las imposiciones “porque sí”, sin lógica alguna,   de los que subestiman a los que tienen al lado, de los egos desaforados, de los hipócritas (no confundir hipocresía con civismo y buena educación, por Dios)